Thursday, February 17, 2011

Titán en la estación de lluvias - Prólogo

Una brisa proveniente del Pacífico alborotó el cabello de Marta convirtiéndolo en una maraña de rizos negros que se agitaban frente a su cara. Con un movimiento rápido y hábil recogió su pelo en un moño improvisado y buscó con la vista a César, que en ese momento bajaba de un salto el talud que separaba el camino de la playa.

-Por aquí casi no hay altura –dijo desde la arena-, puedes bajar.

Marta se acercó al borde del camino, vio a César extendiendo sus manos para ayudarla a dar el salto y en su cara apenas iluminada por las luces del malecón pudo ver el brillo chispeante que aparece en los ojos del que ha encontrado algo nuevo, la manifestación física de una mezcla de anticipación, deseo y curiosidad. Pensó que la vida no solía señalar de una manera tan evidente los momentos en los que una decisión lo cambia todo.
Alzó la vista, contempló las estrellas y constelaciones que poblaban el cielo nocturno y se preguntó si allí, a miles de kilómetros de distancia, la vida ofrecía a Christian una decisión similar, si sus ojos brillaban de la misma manera mientras tendía sus manos hacia otra mujer en una playa imposible bañada por un océano de benceno; se preguntó si aquello realmente importaba y si el mar de éter que los separaba diluía la realidad haciendo que sus acciones se perdiesen en el vacío, incapaces de llegar a afectar a dos personas separadas por semejante inmensidad; se preguntó si cuando volviesen a verse las manchas solares lavarían sus culpas y perdonarían sus errores; se preguntó si podrían plegar el tiempo transcurrido y hacer que se perdiese entre las fisuras del espacio.
Marta cerró los ojos y dejó que sus pensamientos fuesen arrastrados por la caricia salada de la brisa marina, se descalzó, depositó su mano en las de César y dejó que la luz de sus ojos la guiase en el aterrizaje sobre las arenas blancas.

2 comments:

Lord Henry Wotton said...

Ambos sabemos que titan con sus icebergs de metano congelado, apesta. Creo que la chica sale ganando, a quien él tenediera las manos llevaría un burka hipertecnológico y el final feliz tendría que esperar a una ducha de radicales libres en la base.

Quemador said...

Hey, pues el erotismo de un traje espacial es algo que todavía está por explorar.