Friday, April 01, 2011

Titán en la estación de lluvias - Cena rehidratada para uno

La combinación del zumbido del rehidratador de alimentos y el golpeteo de la lluvia resonando en la estructura de la colonia había sumido a Carles en un estado de sopor mientras observaba a través de la claraboya de la cocina cómo el elevador orbital comenzaba su ascenso hacia las nubes.

-¿Estas preparando para los dos? – La voz de Isabel interrumpió el trance de Carles.
-No –respondió él mecánicamente-, no me di cuenta, lo siento.

Isabel humedeció una bayeta y comenzó a frotar una encimera que no necesitaba limpieza. Intentó pensar en un tema que pudiese llevar a una conversación que durase más de dos frases, pero lo más emocionante que había ocurrido durante el día había sido la llegada de la estación de lluvias. Abrió la boca para hablar pero en ese preciso instante un timbre anunció que la hidratación de la cena de su marido había finalizado.

-¿Quieres la mitad? –Preguntó Carles mientras extraía el plato del interior del electrodoméstico- De todos modos no tengo mucha hambre.

La indiferencia que Isabel podía ver en la mirada de Carles evidenciaba que el ofrecimiento era poco más que una frase hecha, una convención social que resultaba más dolorosa que el insulto más cruel. Isabel pensó en la abrumadora cárcel en la que se encontraba; la colonia hermética, un satélite inhóspito rodeado de nubes impenetrables en una cárcel de vacío estelar y un limbo afectivo tan árido como los desiertos de carbono de Titán. En ese momento Isabel comprendió su condición de prisionera, ella misma había construido su jaula con una combinación de errores y decisiones desastrosas y ahora, una vez finalizada su obra, lo único que quería era huir.
Desvió la mirada hacia el elevador orbital y deseó que con solo pensarlo pudiese saltar a su interior y viajar a otro lugar. Pensó en volver a Mercurio, donde todo era luminoso y limpio, o viajar por primera vez a la Tierra y respirar auténtico aire por primera vez en su vida, aunque en realidad no le importaba, sólo quería estar en cualquier otro lugar.

-Carles –dijo mirando de nuevo a los ojos de su marido-, tenemos que hablar.

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