Sunday, February 17, 2013

Titán en la estación de lluvias - A la deriva

Christian observaba la humedad condensarse en forma de pequeñas gotas de agua que se deslizaban en el exterior de su vaso mientras maldecía la suerte que le había llevado a acabar en el grupo más aburrido de toda la fiesta. A su espalda oía las carcajadas de su mujer mezclada con las risas de los que habían bebido más de la cuenta o al menos lo bastante como para divertirse de verdad. En una esquina cercana de la jaima se encontraba el grupo de los colocados, quienes disfrutaban de otros mundos envueltos en una nube de humo. Pensó en lo mucho que le gustaría arrastrarse hacia uno de esos cojines y hartarse de lo que fuera que estuvieran fumando, pero la combinación que formarían Marta, Isabel y él mismo con la lengua suelta sólo podía acabar en tragedia.
Tomó un trago de la cerveza insípida que parecía ser la única disponible en la zona y devolvió su atención a lo que había comenzado como una conversación sobre política y que poco a poco se había convertido en un monólogo. El no tan improvisado ponente era, al parecer, una eminencia en el campo de la socio-economía que recientemente había regresado de un viaje por el Sistema Solar con un fardo de ideas revolucionarias acerca de la organización económica y social de las colonias. Su público parecía encantado de escuchar lo que querían oír y tantas veces habían escuchado con anterioridad y Christian se sintió abrumado ante lo inmensa que era la lista de lugares en los que preferiría estar. Por suerte para él la ausencia de Isabel en los tres grupos le daba la excusa perfecta para escabullirse.

***

Isabel cerró los ojos y dejó que sus demás sentidos se saturasen del lugar que la rodeaba. La presión sobre sus pies a medida que éstos se hundían en la arena húmeda y la caricia de las olas en sus tobillos. El viento frío y salado que mezclaba el rumor del oleaje con las voces de la jaima y el sabor del mar en el paladar como si acabase de beber su agua. Abrió los ojos de nuevo y observó las luces parpadeantes de las colonias en la parte no iluminada de la Luna saludándola desde miles de kilómetros de distancia y se vio invadida por un amor incontenible por el lugar libre y maravilloso en el que se encontraba, un lugar que no había sido construido para ella. Ella había sido creada para él.

-Vas a coger frío - La voz de Christian llegaba desde algún lugar a su espalda, Isabel se dio la vuelta y vio su silueta acercándose desde las escaleras que descendían desde el restaurante hasta la playa-, y el primer catarro que coges en este planeta te deja para el arrastre.

-Creía que aquí siempre hacía calor.

-Bueno, si lo comparas con Titán es un horno, pero de noche siempre refresca.

Christian extendió su brazo. En la mano llevaba la única chaqueta que Isabel había metido en su equipaje.

-¿Has venido sólo para traerme la chaqueta?

-Esta noche prefiero no perderte de vista.

La severidad que adoptó el tono de voz de Christian sorprendió a Marta. La velocidad a la que se habían sucedido los cambios en su vida a lo largo de los últimos meses hacía que, en muchos aspectos, siguiese pensando como si nada hubiese ocurrido. Durante toda la noche se había comportado como hacían en Titán delante de sus conocidos y compañeros de trabajo. Tal vez esperaba que Christian hubiese bajado para besarla como hacía cuando estaban a solas en la colonia mientras Carles trabajaba en el exterior pero en lugar de su abrazo cálido sintió el aire húmedo de la costa adentrarse en sus huesos y la caricia fría del mar al retirarse, dejando al descubierto sus tobillos sucios de arena mojada.

-Carles y yo nos hemos divorciado.

-Lo suponía.

-Me había perdonado, pero yo no podía seguir. Pensé que podía pero no fui capaz.

-Lo normal habría sido que él hubiese pedido el divorcio -Christian sacó otro cigarrillo de su bolsillo y, mientras lo encendía, pensó que si su vida seguía complicándose acabaría por desarrollar cáncer de pulmón.

-Sí, habría sido lo normal, de hecho es lo que esperaba. No sé, puede que esperase un castigo por su parte y en vez de eso simplemente fingió que no había pasado.

Christian pensó en qué decir a continuación. La palabra “castigo” había conseguido que todos los temores que le habían visitado desde que había visto a Isabel en la terraza del restaurante se agolpasen ahora en una competición por ser el primero en pulsar el botón del pánico. Isabel interrumpió la terrible carrera que había comenzado en la cabeza de Christian con las únicas palabras que podían tranquilizarle en ese momento.

-No te preocupes, no estoy aquí para destrozar más vidas.

-¿Sabes? No me gusta que me conozcas tan bien.

-Eso no solía molestarte.

El tono de su voz había adquirido un matiz insinuante, aunque continuaba siendo triste. Christian observó a Isabel. Hacía mucho desde la última vez que se había parado a observarla detenidamente. Era la antítesis de Marta, pequeña, sin ángulos rectos. Su cara estaba enmarcada en una cascada de cabello negro, liso y brillante y tenía forma ovalada. Sus ojos eran inmensos y negros. Transmitía una sensación extraña, era una combinación inexplicable de mujer maternal y niña indefensa.

-Creo que eres la mujer a la que más he querido en toda mi vida.

Las palabras escaparon de algún rincón desconocido en el interior de Christian mientras ofrecía de nuevo la chaqueta a Isabel. Ni siquiera él sabía que estaban ahí, pero habían cobrado vida propia y se vio incapaz de retenerlas en su interior. Isabel se volvió hacia él, tenía en sus ojos la misma mirada infinitamente triste que tenía cuando las cosas se estropearon irremisiblemente en Titán.

-Pero ya no ¿Verdad? –susurró reprimiendo un sollozo.

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